Ansiedad, depresion, manias …
Habitamos tiempos complejos, son pocas las cosas que llegamos a comprender del todo rodeados como estamos de opaca tecnología, intrincados intereses ajenos y condicionamientos invisibles.
Nuestra sociedad está profundamente asustada y por ello no pretendemos proteger con diferentes mecanismos de control psicológicos o defensas (evasión, manías, alienación…) ante las amenazas que la televisión nos escupe cada día: terrorismo internacional, crisis económica, cambio climático, plagas, conspiraciones… y un largo etc. Cual jinetes del apocalípsis contemporáneos tales sucesos hacen tambalear la tranquilidad aparente de nuestra cotidianidad, haciéndonos vivir ante la presencia constante de unos peligros latentes, y lo que resulta más perverso, intangibles. El no saber es sinónimo de desamparo, y por tanto, de miedo ante lo desconocido. Y a nadie le gusta sentir miedo…
Como coetáneos de la era digital contemporánea parece que tuviéramos al alcance de la mano todo el conocimiento disponible, en un click de ratón accedemos a cualquier explicación, noticia, vídeo o imagen que se nos antoje. Internet nos cambió para siempre, abriendo nuestra manera de relacionarnos con la información a la inmediatez y a la universalidad. Pero ¿y si nos preguntáramos a un nivel vivencial, honesta y profundamente, si realmente nos sentimos seguros? ¿nos asienta en un mundo comprensible tanta velocidad y complejidad? ¿tenemos asidero en una sociedad en constante cambio? ¿cómo podríamos sortear la inseguridad sin quedar paralizados?
Tal caldo de cultivo socio-histórico supone la generación de mayores indices de personas aquejadas de ansiedad, en la psicoterapia así lo comprobamos cada día. Por no saber dónde hallar la causa real de nuestra incertidumbre, muchos desarrollan síntomas rígidos, interiorizando amenazas ante las que no pueden defenderse. De alguna manera, mantener la mente ocupada alivia la inquietud del “no saber”. Sin embargo, a pesar de proporcionar esta ilusión de control, sufrir por anticipado no varía la probabilidad real de que algo suceda; el atentado ocurrirá igual aunque salgamos a trabajar con miedo, el cambio climático prosigue su curso aunque decidamos no salir de casa…

Las evidencias científicas nos aportan, gracias a las imágenes por resonancia magnética funcional, evidencias de como nuestro cerebro se activa exactamente igual cuando la amenaza es un peligro físico real que cuando no lo es. Es decir, cuando nos invaden pensamientos irracionales “rumias mentales” se activa el modo supervivencia exactamente igual que cuando vivimos una amenaza física real. Además, consecuentemente nuestro cuerpo comienza a segregar adrenalina, noradrenalina y cortisol.Y es entonces cuando nos volvemos irritables, irascibles, pesimistas.
Entendemos por “Zona de Confort “al estado de comportamiento en el cual un sujeto opera en una condición de “ansiedad neutral”, utilizando una serie de comportamientos para conseguir un nivel constante de rendimiento sin sentido del riesgo (White 2009). Es una defensa más para escapar del malestar que supone vivir en un mundo que no podemos manejar. Pero, ¿y si aceptáramos la mutabilidad como una condición intrínseca y aprendiéramos a convivir con ella en lugar de escondernos, de fosilizarnos?
Siguiendo la estela de las teorías constructivas que imperaron en la psicología del aprendizaje en las décadas de los cincuenta y sesenta, debemos adaptar nuestra estructura cognitiva a este río de diferentes aguas que supone nuestro contexto, siendo nosotros también flexibles y adaptables.
Para concluir con esta reflexión en torno al miedo y la incertidumbre, el cambio y la oportunidad del cambio, desde Psicotep queremos compartir un didáctico vídeo sobre qué es la zona de confort y sobre todo, del porqué sería beneficioso decidir salir de ella.
Confía y sal: hay un mundo ahí afuera…